martes, 9 de diciembre de 2014

La histérica de la 5

Lo que más me pregunto: Dónde está la empatía. Gracias por compartir con nosotras tu triste historia. Que la actitudes cambien. 

LA HISTÉRICA DE LA 5

“Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo” J. Cortázar

Hace unos meses escribía mi carta de “Porqué quieres ser Doula” para el curso de formación que empecé con ilusión el fin de semana pasado. En esa carta explicaba que siempre quise ser madre, explicaba que cinco años atrás tuve un embarazo que resultó ser un huevo huero y terminó en un legrado y explicaba que actualmente estaba felizmente embarazada de unas poquitas semanas. Esta vez sí, decía.

Esta mañana me he despertado durmiendo boca abajo. Ha sido un shock. Ya ves tú, qué tontería. Es increíble que me parezca raro, ajeno, este repentino nuevo estado físico. De repente me he vaciado, (me han vaciado, así lo siento yo) por lo tanto me siento vacía, ya no somos dos.

Como explicaba al principio el fin de semana pasado empecé mi soñado curso de Doula. Por fin. Después de 6 años queriendo formar parte de ese mundo maravilloso, después de superar un embarazo frustrado, una maternidad que no llegaba, me sentí preparada. La mujer de primo, me habló de Viktoria, con ella hicieron un curso de preparación al parto para su segundo hijo Mario y quedaron encantados. Me puse en contacto y todo fluyó. Una mujer poderosa, hermosa, con una energía contagiosa. Pude conocerla en un curso de rebozo al que me invitó a ir aunque yo no era Doula aún “pero lo serás”, me dijo. Pasaron los meses y el sábado 25 de Octubre empezamos. 14 mujeres, cada una con su historia de vida, historias de partos, buscando embarazos algunas y yo con mis casi 11 semanitas de gestación. Fue un primer día intenso, lacrimógeno, emocionante y me dejó con ganas de más. Así que por suerte llegó el domingo y tuvimos más. Por la tarde, en plena charla de la gran ginecóloga Arianna Bonato sentí que algo no iba bien, algo se deslizaba por mi interior, un pequeño torrente de algo que mi cabeza supo que era sangre y mi corazón rogaba que no. Me quedé inmóvil, incapaz de levantarme para ir al baño, no quería molestar y no quería saber. Por suerte una compañera me abrió camino, fue para el baño y corriendo salí yo detrás. Ropa interior negra, cómo se me ocurre? De todos modos no había que ser un lince para apreciarlo: sangre. En ese momento mi mundo se me cayó sobre los hombros, una fuerza que venía de arriba me empujaba hacia abajo. Hundida. Avisé a Viktoria, que avisó a Arianna, que intentó tranquilizarme y que me dijo que en cuanto terminara íbamos a su casa y me hacía una eco. Tranquila, piensa en qué pasó mientras te sucedía. Y fue “Una serie de catastróficas desdichas”, ya que justo en ese momento Arianna explicaba la cantidad de cosas horribles que pueden pasar en el primer trimestre, yo escuchaba intentando no hacerlo, con las manos en mi pancita diciéndole a mi pequeño cigoto que se tapara los oídos. Alguien pregunta por el huevo huero ¿¿¿??? y de ahí surgen cientos de preguntas y yo que viajo en el tiempo al peor momento de vida (hasta la fecha) y claro… tal vez ha sido por el disgusto.

Me llevaron a una habitación acogedora y estuvo conmigo la Cris, una hermosa mujer, doula, ahora amiga que hizo todo lo que pudo para consolar lo inconsolable. Llamaron a Carlos, en 20 minutos estaba conmigo, asustado, pero esperanzado, todos sabemos la cantidad de mujeres que sufren pérdidas durante las primeras semanas e incluso meses del embarazo.

Por fin terminó la charla de la ginecóloga, nos dio su dirección y en 10 minutos nos plantamos en su puerta. Yo destrozada, sentada en el suelo. Carlos impaciente, sufriendo porque me sentaba en el “piso frío de la calle”. Llegó Arianna “subo con la bici, enciendo el ecógrafo y os mando el ascensor para que subáis”. Resumamos el proceso: tumbada en la camilla (sin estribos, gracias al cielo, o sea con respeto), se rompió el silencio con una frase lapidaria ”no hay latido”. Otra vez a mi, eso que les suele pasar “a los otros” me estaba pasando otra vez a mi. Una broma de Dios? No creo en Dios. Será por eso entonces? O peor, me pasa algo? Estoy en mal estado? O tal vez muy, pero que muy mucha mala suerte? Esperemos.

La ginecóloga me dijo que llegados este punto lo mejor era ir a casa y esperar, esa noche no me iban a hacer nada en ningún hospital y ya que esta vez mi cuerpo había empezado a expulsar lo mejor sería dejar que siguiera el proceso. No me explicó mucho más ya que ella veía que yo estaba en otro mundo y le pedía a Carlos que me trajera de vuelta “tócala, abrázala, que se va mucho”. No hay mucho para decir de lo que fue la vuelta a casa, la noche… un drama. Pena, pero sobretodo rabia”lo quiero romper todo” le dije a Carlos que me miraba asustado, lo hizo (hace) tan bien… menos mal que lo tengo a él y aunque suene egoísta, si esta historia era para mi sí o sí, menos mal que ha sido con él. Los tres días siguientes fueron de una tristeza imposible de explicar, sólo aquellos que hayan pasado por algo así pueden imaginarse el dolor de la pérdida. Pasó el lunes con algunos mensajes de seres queridos, de seres amados, siempre presentes mis padres (como pudieron pobres, en ese día operaban a mi hermano) y lágrimas, lágrimas, lágrimas. Una tristeza que no conocía, contra la que no me enfrentaba hacía 5 años y que había cambiado, había mutado en mi, esta vez no era la ilusión lo que sentía que se iba,esta vez pude sentir que estaba perdiendo a mi hijo, una familia que estaba creciendo y se quedó a las puertas.

El martes, mi ginecóloga (otra gran mujer) me hizo un hueco en su agenda. No quise tacto y no quise ecografía, no quería que volvieran a hurgar dentro de mi. Vio la eco del domingo: saco gestacional de 10 semanas y media y embrión de 7. Habló con nosotros, dijo que haríamos unos análisis para descartar cualquier problema y si se veía entonces lo trataríamos en el siguiente embarazo. Ibuprofeno cada 8 horas alternado con paracetamol y que llegaría el momento en el que las contracciones serían más fuertes, el momento del expulsivo “será com un mini part ja què el que expulsis serà petit”, que no reprima las ganas de ir al baño porqué será el momento del expulsivo. Madre mía, qué terror, una mujer no debería tener dolores de parto si no va a parir un bebé. Nunca.

Dolores, sí, pero como una regla fuerte. Momentos de arranques de llanto, pesadillas al dormir y la absurda esperanza de que de alguna manera todo esto de un giro y el corazón mi pequeño vuelva a latir.

Y dio un giro, de repente el miércoles por la noche a eso de las 22.00 empecé con unos dolores terribles, iban y venían, me encerré en el baño,quería estar sola, pero Carlos no podía escucharme y entró. Estuvimos ahí, yo sentada con la cabeza apoyada en su cadera unos 30 minutos, con cada ola de dolor yo solo podía soltar un aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh medio ahogado, no a voz en grito, pero imagino que terrorífico para él. “No puedes estar así, vamos al hospital” “noooo” ya imaginaba en qué momento me encontraba, había que pasarlo. Pero él no lo entendía y el pobre lo estaba pasando fatal al verme así. Llamamos a mi ginecóloga pero tenía el teléfono apagado, quiso llamar a urgencias. Estaba tan nervioso el pobre, que le dijo al médico que su mujer estaba teniendo un parto involuntario. Los del 112 le dijeron me diera un paracetamol, son unos genios. 10 minutos más tarde me dijo “déjame que llame a tu papá para que nos lleve al hospital” pensé en él, en el apoyo que necesitaba él para poder estar conmigo y en que tal vez allí podrían decirme que sí, que iba por el buen camino.

Subimos al coche y mi madre me dijo “al Mar?” “Sant Pau” dije yo. Y aquí empieza mi historia de terror.

LA HISTÉRICA DE LA 5 (equipo médico del turno de noche dela noche del 29 de Octubre, hospital de Sant Pau)

Llegamos a urgencias sobre las 23.00, me vinieron a buscar con una silla de ruedas y no llevaron a ginecología a Carlos y a mi mientras mi madre hacía todo el papeleo. Lo ciertoes que fueron muy rápidos en examinarme, creo que es lo único bueno que puedo decir. Antes de subir a la camilla el ginecólogo me pregunta que qué me pasa y le explico “dónde te hiciste la ecografía?” “en la consulta privada de una amiga, estaba con ella” “y no traes la eco?” “no” le digo “vale… entonces no te dijeron de hacer un legrado? Te quedaste así?” ya estamos, ya me siento imbécil, negligente y no sé porqué también me hace sentir mala madre. “sí, porqué ya me hicieron un legrado hace años y lo pasé muy mal y en esta ocasión mi cuerpo había empezado a expulsar y preferí seguir el proceso” le dije yo, aunque no era momento de hablar mucho porqué me estaba retorciendo de dolor. “bueno, pues vamos a examinarte”.

Carlos me ayudó a desnudarme de cintura para abajo, me acompañó a la camilla y me ayudó a subirme. No sé porqué recuerdo muy bien esos estribos, muy grandes, blancos y desgastados. Yo estaba muy nerviosa, cómo es lógico pensar, además de dolor me mataba el saber que otra vez estaba ahí: sala de partos.

Había que examinarme. Intentó introducir el fantástico separador, pero yo estaba muy tensa, lloraba y temblaba, lo volvió a intentar, levantó la cabeza y me dice el tipo (no quiero decir palabrotas) “mira, es que si no te calmas no te puedo mirar” la comadrona me miraba con cara de… no sé, como el que mira al infinito, no había rabia ni desdén, pero tampoco un mínimo de empatía. Tragué saliva, paré un poco el tembleque y le dije al energúmeno ese “por favor, un poco de comprensión”. De ir en quinta pasó a ir en tercera, incluso después podríamos decir que bajó a segunda. Paró todo, me dejó unos minutos con Carlos y volvió. Introdujo su separador y unas pinzas más largas que mi brazo, sacó tejido, pidió gasa y yo llorando calladita porqué no quería molestar. Me tenía que hacer una ecografía, claro, más cosas dentro mío? Con esta postura tan tortuosa? Con el dolor que tengo? Con la sangre que esta cayendo? Después de tus pinzas? Pues sí, hay que ver qué está pasando, lógico. Parece ser que mi tensión no le dejaba ver nada, no podía moverse con tranquilidad por mis entrañas y así me lo dijo “estás muy nerviosa y no puedo ver mucho, te vas a quedar esta noche. Te damos un calmante y cuando estés más tranquila te vuelvo a mirar, te parece?” fue en esa última frase en la que bajó a segunda, a partir de ahí como la seda, lástima que acabó su turno.

Me llevaron a una habitación, me pusieron un gotero y a los dos minutos las comadronas se pusieron a gritar (porqué aquello no era hablar) que había que cambiar a la de la 5 (yo) porqué necesitaban la habitación para un parto. Entraron y como si yo no existiera empezaron a discutir de a dónde me iban a llevar (qué grandes ellas dos) “pues a la uno” “pero no sé si entra esta cama allí, a ver cómo está para andar, cómo estas para caminar?” “mal” les dijo Carlos, que las miraba con cara de “pero de dónde leches habéis salido?” Me llevaron, no sin darle unos cuantos porrazos a la cama contra las paredes, con el brazo enganchado al gotero hasta la primera habitación: horror. La habitación en la que estuve 5 años atrás “barbas, te estás pasando” pensaba. 30 minutos era persona otra vez, vino el gine y me dijo de volver a hacer la eco: saco gestacional de 11 semanas y embrión de 7,5. “es muy grande” me dijo la ginecóloga que lo acompañaba “seguramente mañana por la mañana te haremos un legrado” al ver mi cara descompuesta, me dijo que podíamos ayudar a que lo expulsara sola “de todos modos vas a tener que esperar hasta mañana”. Lo hablé con Carlos y decidimos que sí, prostaglandina al canto y si no lo expulsaba pues nada, legrado, pero al menos dar me una oportunidad de expulsarlo por mí misma. Dijeron que iba a doler porqué provocaría contracciones pero que me podían dar calmantes, que sentiría el momento del pujo. OK.

Cabe decir que en ningún momento nadie me puso una mano en la pierna, en el hombro, nadie tranquilizó a Carlos y nadie me dijo “imagino por lo que estás pasando” (aunque fuera mentira), nadie.

Al cabo de un rato empecé con mucho frío, pedimos una manta y la comadrona inexpresiva me tomó la fiebre porqué dijo que era posible que me subiera a causa de la medicación. 37. Dijo que volvería cada rato a vigilar si me subía. No la volvimos a ver en toda la noche.

En la habitación contigua a la mía había una parturienta que charlaba animadamente con su compañero, en un momento parece ser que pidió drogas y le dijeron “pero mujer, si ni siquiera estás de parto” le quedaba bastante, llevaba un buen rato e imagino que empezaba a molestar porqué venían más parturientas. Al cabo de una hora, más o menos vinieron a decirle “que sepas que va a ser cesárea” qué bonito ser comadrona hoy en día. Mala suerte la mía ya que cuando se la llevaban para su feliz momento empezaba mi pesadilla otra vez. El calmante ya no hacía efecto y los dolores eran más fuertes, volví con mi aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh bajito en cada bofetada de dolor, agarrada a una mano de Carlos y relajaba cuando se iba. Otra vez “vuelve?” me decía Carlitos y yo asentía con la cabeza. No podía dejar de pensar que eso era un puto parto, que eso no tenía que ser así, que ahí fallaba algo y esa no podía ser yo. “voy a pedir que te den algo” yo no sabía si quería, otra vez pensaba que ese era el momento final, pero estaba costando así que dije que vale.

Pulsamos el botón y vino una comadrona a preguntar, Carlos le dijo que si me podían dar un calmante ya que nos habían dicho que durante la noche me irían administrando “espera que pregunto” dijo, se fue y no volvió. 10 minutos después Carlos salió para ver qué pasaba, volvió a preguntar y le dijeron que la Dra. estaba en una cesárea y ellas no podían hacer nada, que no estaban autorizadas y que había que esperar “pero tiene mucho dolor” “bueno, pero la dra. está en una cesárea y no se puede hacer nada así que tendrá que esperar!” uy… “perfecto, nosotros estamos pasando por un aborto y mi mujer está mal!” “dile que me pusieron Enantyuuuum!” Carlos salió a decirle que me pusieron tal medicación y que si se hubiera molestado en entrar lo podría ver “mira, ahora cuando salga la dra. le hablas en el mismo tono” le dice “tranquilo, déjala” le digo “a ver, qué paaasaaaa, qué paaasaaaa” otra comadrona sale de alguna parte “que le hable en el mismo tono! dice que le duele! Ella ha elegido pasar por esto, no ha querido legrado!” Señora, señora, señora… de dónde ha salido usted? Dónde se piensa que está? Con qué se piensa que trata? Con chorizos? “no es así!” le grito yo desde la habitación y no contenta con eso “dice que le duele, cómo le va a doler??!!!” “se lo explico!!!???” le grito”maleducada!!! es una maleducada!!!” Increíble, aquello era surrealista. Por fin entró la comadrona del ”qué paaasaaaa” y me puso un Nolotil, le dije que si quería le decía porqué dolía y me responde que no es para tanto, que lo que pasa es que estoy muy nerviosa, que esto es ahora como un parto, que normalmente tiene final feliz pero que en mi caso no. Hace falta??

En estas entra la famosa dra. de la cesárea y medice que el Enantyum es antiprostaglandínico, genial chata, ponme lo que sea, me da igual”pero las señoras de afuera son unas maleducadas” le digo”no son señoras, son comadronas”…………………………………………….. Mira, apaga y vámonos. En serio estoy en el hospital? En serio está pasando esto? En serio?

Mientras me pone el gotero la comadrona llega la bebé dela lado. Miles de enhorabuenas y las perras rabiosas que estaban fuera de repente son unas gatitas dulces felicitando al nuevo papá y qué bonita bebé y tal y cual. Rompí a llorar, miré a Carlos y le dije algo así como “llora la bebé” y la tipa me dice que “a los bebés no los podemos hacer callar”. Otra vez, en serio????

Me dieron un diazepan, querían que dejara de molestar, seguro, pero lo camuflaron diciendo que ayudaría a relajar la musculatura, o sea, el cuello del útero y con ello a hacer el famoso expulsivo.

Una hora más tarde a eso delas 3.00 yo estaba en Disneylandia, sentí que ahora sí. Y así fue. Por suerte estaba bastante colocada y lejos de ser traumático le dije muy tranquila a Carlos que ya estaba, había sucedido.

Las comadronas estuvieron TODA la noche gritando, contando chistes, riendo y en una fiesta de falta de respeto.

Por suerte ya no hubo más dolor, lo peor había pasado. La ginecóloga que tenía que pasar a verme durante la noche no vino hasta las 7 de la mañana cuando la llamé. Confirmó que parecía ser bolsa y embrión y que harían una eco para confirmar. A las 7.45 reconfirmaron mediante ecografía y en un par de horas me iría a casa.

La comadrona del turno de mañana vino a sacarme sangre para el grupo. Yo sabía que si la madre es RH- y el bebé positivo (o algo por el estilo) es incompatible con la vida, así que le pregunto a la señora comadrona que no había visto en la vida”puede ser por eso que no pude tener el bebé?” y me responde “estás obsesionada con este tema” claro, derrotada me pongo a llorar y trato de explicarle que estoy en pleno aborto, que estoy en sala de partos y que es duro verlas con sus barrigas y escuchar los llantos de los bebés “pero lo tienes que superar, en la calle también verás bebés”. Me callé, me dejé hacer y esperé el alta.

Ahora no quiero salir a la calle, no quiero volver al trabajo, no quiero volver a lo de antes, quiero algo diferente.

Hablamos de humanizar partos, luchemos por hacerlo. Luchemos por humanizar abortos y que no nos de miedo decir esa palabra, no es nuestra culpa.

Eso sí, saco algo positivo de todo esto: tengo un compañero increíble, con el que me siento más unida que nunca, cree que soy valiente y yo creo que él es todo un hombre, un caballero, un padre, un marido, es el amor de mi vida.

https://siendomujer.wordpress.com/

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